Cualquier ser sufre las inclemencias del verano. Aunque sea la estación favorita de casi todos, también se ve acompañada por problemas que debemos tener presentes para poder prevenir y evitar.
Una buena selección del alimento, que lo conservemos de manera correcta, usuales cambios de agua y un perfecto mantenimiento de la piel y el pelo de nuestro amigo ayudará con uno los problemas más frecuentes en la época estival: la disminución del apetito.
Darse cuenta es fácil
Nuestro amigo estará casi siempre tumbado en el suelo, sin ganas de moverse, apático y, aunque no nos lo creamos: no tendrá apetito. Incluso los perros más pedigüeños se verán afectados por las altas temperaturas.
En esta época llegan a la clínica muchos humanos preocupados con la misma duda: ¿tenéis algo que le haga tener más apetito a mi mascota? O comentarios como: “Debe de estar enfermo porque siempre me pide y ahora no quiere nada”.
No hay que alarmarse porque el calor puede ser el causante de estos síntomas si le ocurren en esta época.
Los alimentos
Una vez más insistiremos en que la alimentación es uno de los pilares fundamentales para la vida de nuestra mascota y que en estas épocas calurosas seguramente nos alegraremos, o nos arrepentiremos, de la elección alimentaria que hicimos en su momento para nuestro animal de compañía.
Si en un principio decidimos darle “comida de humanos” (pésima elección, ya lo sabemos) con los aumentos de temperatura, observaremos que si el animal no tiene apetito y deja parte o todo el alimento, este se estropea con facilidad, lo que acaba causándonos un enfado importante porque “me ha costado mucho su comidita”.
Si la elección fue la comida húmeda (enlatada), tres cuartos de lo mismo que con la comida casera, este tipo de alimento resiste poco tiempo a la intemperie.
Si por suerte, o por seguir los adecuados consejos de los profesionales, nuestro amigo peludo consume dieta seca (pienso), lo tendremos mucho más fácil: este tipo de alimento resiste más las inclemencias del tiempo, del tipo que sean y cuando el sol calienta y el apetito disminuye. Tendremos más armas en la manga para estimular el interés del animal hacia esas familiares bolitas de pienso.
El agua
El estado del agua que ofrecemos a nuestro animal de compañía es uno de los factores que más influyen en el apetito.
Un agua caliente y que no ha sido cambiada de forma frecuente, se hace indeseable hasta para el más necesitado animal, esto, además, provoca de forma secundaria un rechazo al alimento.
Es tan sencillo como cambiar frecuentemente el líquido del recipiente, así como no dejarlo a la acción directa del sol.
El estrés
Relacionar esta palabra con el verano puede parecer complicado, pero podríamos preguntarles cómo se sienten a los animales de razas aún no del todo adaptadas a las altas temperaturas o aquellos que, por características propias, no aguantan el calor.
Estos animales, estresados por el calor, deberían consumir mayor cantidad de nutrientes para intentar compensar el desequilibrio que el estrés les provoca. Estos nutrientes deben conseguirse con un aporte “extra” de alimento, pero… ¡Vaya por dios! el calor les tiene sin apetito.
La solución pasa por darle una pequeña adición de grasa o aceite vegetal suele estimularse el apetito si el animal está consumiendo un pienso de alta calidad. Con esto aumentaremos el aporte calórico de la dieta y cubriremos las deficiencias en nutrientes provocadas por el estrés.
En casos más complejos, podremos alimentar a nuestra mascota con dietas específicas que existen para estos casos: tremendamente apetecibles y “cargadas de nutrientes”.